De reojo en el popular

Yo venía tranquilo en el sarmiento, apoyando a una prepuber, haciendo
de distraído hasta que mis ojos cayeron en un escote apretadísimo
que al levantarse con sus dos turgentes melones, llevó mi vista
sobre el hombro de un saco apelmazado, al puñado de letras
que transcribo a continuación:

"Fuga de victimas en choque múltiple.
Terrible choque en palomar, cuatro muertos, dos heridos y ocho sanos."

Pensé: "¿a quién le importará? ¿a un de un par de familiares? ¿y por un rato?"
Hace ya varios miles de años que nos postramos a comer televisión.
Atosigados de noticias y más noticias. Y uno se va acostumbrando,
detengámonos en este ejemplo:

_Vieja! se violaron a una piba en Longchamps!
_Si ya lo sé, ¡pobre criaturita!
_pobre? Si la putita debía andar vestida como las trolas de tus amigas!
_Pero que decís viejo!
_Y que queré, ya estoy podrido de que tantas minas se dejen violar y vos
no entregás el culo nunca. me tenés repodrido, me tenés.

¿¡Que hombre no se baja el cierre y saca el miembro cuando suceden cosas así!?
(y eso que nunca entendí la actitud de los violadores que se siempre nos desnudamos primero)
Este es el momento donde cualquier hombre acorrala a su concubina con el pene erecto, buscando cualquier cosa parecida a un esfínter para embocarla y todo para que te empujen con toda la fuerza, agarren el cuchillo ginsu que compró el repelotudo del primo en el metropolitano y te corte los dos huevos más divinos que tenés y la yugular.

Esta es la historia que pasa a menudo en los hogares argentinos mientras el inconsciente del individuo promedio lleno de sueños y trampas recuerda un tango:

"...veras que todo es mentira
veras que nada es amor
que al mundo nada le importa
yira, yira..."