touché

el otro día, en mi laburo, cayó el cadete de una empresa a retirar unos papeles que tenía yo. el flaco, de unos 25 años, era notoriamente gay, o, para ser preciso, alevosamente afeminado. petiso pero musculosito, con gel en el pelo cortísimo, musculosa blanca bien ajustada, exceso de bronceado químico, pantalones cargo 4 talles más grandes (pantalones cagados les decimos en casa) que colgaban dejando ver un blanquísimo boxer de marca, alrededor de cuatro kilos de collares, aros y pulseras y unos modales más propios de una colegiala en pleno despertar hormonal que se acaba de topar con facundo arana desmayado en un callejón sin testigos, que de un cadete de microcentro, que nunca dicen una palabra de más porque están siempre agotados, todos chivados y de pésimo humor. una mariposa hiperexcitada, digamos. parla que te parla, mientras yo me esforzaba por lograr un equilibrio entre encontrar rápidamente los papeles en el medio del caos que es mi escritorio y tratarlo correctamente pero sin darle ni cinco de pelota, me dice, no sé por qué carajo (porque no le estaba prestando atención):

'...porque yo soy gay, entendés?'

y a mí me caen mal los putos que andan por ahí con esa actitud de miráme-mirá-miráme-mirá-mirá-mirá-qué-puto-que-soy, porque, la verdad, a quién mierda le importa? no, no es con los gays la cosa, TODA la gente que hace exhibicionismo con algo que no debería tener importancia alguna me rompe las pelotas. entonces, recién regresado al aquí y ahora, le pregunto:

‘perdón.. ¿qué?'

‘nada, eso, que soy GAY, ENTENDÉS?’

'ahhh.. mirá vo, che.. mi color preferido es el verde, y me encanta el vitel tonné'

y me quedé mirándolo con cara de 'qué vivo que soy, jojojo' y pensando 'ja, gil, me chupan un huevo tus preferencias sexuales, andá a hacer bandera con tu película favorita, salame, y chupáte esta metáfora magistral de lo taradito que sos vos, lo groso que soy yo, y cuán estúpida es tu actitud frente a la vida... ay dios qué piola que soyyy, lalalaaa'

tras tres larguísimos segundos de silencio que pasó mirándome boquiabierto (de lo puto que era, no de la sorpresa, entendí después) y durante los cuales pensé 'JA! no sabés qué decir, boludín, cómo te cagué, jojojo, qué capo que soy, habrás entendido cómo y con cuánta altura te la mandé guardar? probablemente no, si sos un ser inferior, jojojo, larálarálaláaa', se me acerca a cinco centímetros de la cara, e interrumpe mis auto-loas internas diciéndome muy bajito, con tono libidinoso:

'mirá vo, che.. así que te cabe el pecetooo? ..MMMMM!'

..y sí.. ..me cagó.. y bien, con altura.. me quise hacer el machito con el siete de oros, y el otro tenía todos los anchos apuntándome. debí reirme con ganas, decir 'touché!', y darle la mano, pero la escasa distancia de su rostro me puso nervioso como colegiala en pleno despertar hormonal a la que un facundo arana recién escapado del hospital encierra en un callejón sin testigos. alguno de los dioses, que se estaban descostillando por mi humillante derrota, se debe haber apiadado de mí, porque en ese mismo instante encontré los putos papeles, lo que me permitió cambiar de tema y, rojo como un tomate, despacharlo rapidito, antes de que llegase alguien y se diese cuenta de que el ridículo de la película no era el enano de los boxers al aire sino yo. seguramente fue el mismo dios que hizo que esta escena no la presenciara ninguno de mis dos compañeros, quienes podrían estar delirándome por esto, y con razón, hasta agosto más o menos.

'gracias lindo, un gustoo... fijáte de cambiar el peceto por ensalada mixta, yo sé lo que te digoo.. chau chaauuu',

me dice mientras se va meneando exageradamente su cola de gimnasio. encima, ENCIMA, se va tratándome de gordo puto!.. eso ya fue abusivo, yo ya estaba brillantemente derrotado, pero bueh, me lo merecía, y además yo también hubiese aprovechado y abusado. cadete putín, que estás por ahí ventilando tus costumbres sexuales sin que nadie te pregunte, y humillando con justicia a los vivillos malhumorados, desde aquí te envío mi más sinceros respetos, y dos consejos: uno, nunca le ganes una contienda verbal, por tonta que sea, a un empleaducho resentido del que necesites algo. esta vez tuviste suerte porque me puse nerviosita y no pude reaccionar, pero si volvés en un mal día, te haré sufrir. y dos: compráte un cinturón, la concha de tu madre!